SU ESPIRITUALIDAD
¿Qué
hay detrás de esta mujer, de su persona y de su entrega al servicio de los
demás? La respuesta es sencilla: una profunda experiencia de Dios, como fuente
de agua viva de la que mana todo su ser y su obrar. Una vida vivida en
plenitud, en la entrega a Dios y a los hermanos en medio de nuestro mundo.
El
secreto de su audacia es su fe, esa confianza sin límites que ella reconoce
como su mayor tesoro. Se siente instrumento en manos del gran Artista, que la
toma, la lleva, la trae y hace resonar en ella las mejores melodías. Melodías
que hablan de la felicidad plena, de fraternidad, de amor y misericordia, de
igualdad, de dignidad, de justicia, de paz para todos, especialmente para los
más débiles y excluidos.
Dolores
tiene la capacidad de descubrir a Dios presente en todo y en todos,
especialmente en el rostro de los más necesitados de dignidad y afecto. Para
ella “la creación es un Templo y cada persona una imagen de Dios”. Por eso
mantiene una profunda unidad entre su acción y su vida interior: su actividad
es expresión de su fe y su experiencia de Dios se transforma en compromiso con
los demás, trabajando por su promoción y por construir fraternidad.
Mención
especial merece la persona María para Dolores. Desde jovencita ocupó un lugar
especial en su corazón. Acompañada siempre de la Virgen de los Dolores, que su
padre le había regalado, ella nos dirá que era su “compañera inseparable… la
confidente de su vida… la que habla sin sonidos de palabras…”.
Su
compromiso por la dignidad de la persona brota de su experiencia de un Dios
Padre de todos, que nos ama con una ternura infinita y desea que vivamos como
hermanos y miembros de una sola familia en Cristo.
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